Short Story: Las aeromozas (SPANISH)
- Francisco Coronel Mejías

- Jul 11, 2020
- 4 min read
Updated: Apr 4, 2024
Es mi primer viaje con esta aerolínea.
Tiene muy poco de fundada, pero ha obtenido popularidad rápidamente por un aspecto en particular: las aeromozas. Dicen que las aeromozas que trabajan en los vuelos de esta aerolínea no solo son increíblemente hermosas – rayando en la exageración –, sino que su servicio es de una calidad muy elevada: te hacen sentir como un rey, sin necesidad de estar en primera clase.
La verdad es que no conozco a nadie que haya viajado antes con esta aerolínea, y al buscar información por internet no encontré ninguna reseña o dato que me permitiera conocerla un poco más y saber cómo trabaja, más allá de los miles de comentarios que hacen en los foros, donde se esparce virulentamente el rumor de las aeromozas. Digo rumor porque todos los comentaristas alegan haber oído sobre estas mujeres, mas no lo han experimentado de primera mano.
Aún sin saber nada, la curiosidad puede conmigo. Tengo que realizar un viaje muy largo desde Caracas a Kuala Lumpur, el cual requiere de varias escalas, y para fortuna mía la "famosa" aerolínea (si así se le puede llamar) ofrecía vuelos que me permitirían realizar la totalidad del viaje con ella.
Hasta ahora, sigo sin comprobar o desmentir el rumor. El avión lleva unos 15 minutos de haber despegado y no ha habido señal de aeromoza alguna, cosa que me resulta extraña, pues para este momento las azafatas de cualquier avión ya estarían dando las indicaciones de seguridad correspondientes.
Comienzo a mirar a mi alrededor y me percato de la cantidad de gente que se ha montado. ¿Todos estarán aquí para satisfacer su curiosidad, como yo? Honestamente no encuentro otra explicación para que alguien en su sano juicio confíe en una aerolínea de la cual no se sabe nada más que rumores. Creo que nadie haría eso más allá de, claro está, la inmensa multitud que nos encontramos aquí.
Una puerta se abre. Cuando dirijo mi mirada allí, aparecen finalmente: las aeromozas. Mujeres de todos los colores y razas, tamaños y formas, todas bellas y despampanantes. Lucen irresistibles, encantadoras y muy sensuales. Nos dicen que no nos darán las indicaciones de seguridad, puesto que nada malo ocurrirá. A pesar de la imprudencia de tal declaración, la forma tan dulce e hipnótica como lo dicen hizo que a nadie le importara.
Las mujeres anuncian que, dada la hora, es tiempo de desayunar. Desaparecen unos 5 minutos hasta regresar con unos carritos de bebida y comida. Pasan por todos y cada uno de los puestos, atendiendo de la forma más perfecta posible. Todas las miradas están fijas en ellas, y todos parecen sentirse de maravilla. Hombres y mujeres por igual las contemplan atónitos, como si estuvieran enamorados. Los ancianos les piden que no se vayan, que se queden hablando con ellos. Los niños se comportan como angelitos y se ruborizan cuando ellas los ven.
Observo que ni una persona rechazó el alimento traído por las aeromozas. Dudo que fuera porque todos tuvieran hambre y sed al mismo tiempo. Tal es el encanto de las damas que nadie se atreve a rechazar lo que ellas ofrecen.
El carrito de las aeromozas llega a donde yo estoy. Allí, me mira directamente a los ojos una rubia bajita, con pecas y los ojos azules como zafiros. Es delgada, con la cintura ancha y unos pechos sumamente grandes, aspecto que se veía resaltado por su escote. Su sonrisa tierna y discreta despide erotismo por doquier. En un solo segundo le soy, mentalmente, infiel de miles de maneras distintas a mi esposa. Con una voz de sirena la mujer pregunta si deseaba algo para tomar y comer. Por supuesto, le digo que sí. Me sirve unos sandwiches con jamón y queso y un jugo de naranja. No es una comida realmente especial, pero juro que que jamás había ingerido nada mejor en toda mi vida. El pan está exquisito y el jugo, si bien tiene un sabor raro, sacía toda mi sed y estaba delicioso.
Ha pasado media hora. Estoy satisfecho, pero me siento un poco mal. Tal vez sea algo que me cayó pesado de la comida. Veo a mi alrededor y me doy cuenta que no soy el único con malestar visible en la cara. ¿Qué habrá tenido la comida para ponernos a todos así? Las aeromozas no se ven por ningún lado.
Pasan otros 15 minutos. Las aeromozas aún no aparecen. El dolor se ha extendido por mi cuerpo y me siento realmente patético. Varios pasajeros se han desmayado. Otros hacen llamar al personal del avión para protestar por lo que les dieron para desayunar. No hay respuesta.
10 minutos. Puedo percibir cómo algo está quemándome por dentro. La garganta me duele muy intensamente y empiezo a tocer. Al mirar mis manos, veo sangre.
Toces, toces, toces en todos lados. Gente cayendo al piso, perdiendo la conciencia en sus asientos, haciendo muecas y gemidos de sufrimiento.
Ya comprendo: estamos muriendo. Había veneno en el desayuno.
Me cuesta respirar y mi vista se nubla. Intento pensar por qué alguien haría algo así, cuál era el objetivo de todo esto. De repente, aparecen las aeromozas, hermosas, pero algo en ellas es diferente. Ya no sonríen con ternura. Sonríen, pero es una sonrisa macabra, cruel, diabólica, una sonrisa que parece impropia de un ser humano.
Caigo al suelo. Ya no veo casi nada. Oigo gritos, toces. Unas risas... risas burlonas.
Pienso en mi esposa. Adiós amor. Espero que me perdones por no regresar a casa.
La vista se apaga. No veo nada. No escucho nada. No siento nada. Pienso y…
Nada.



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